martes, 28 de octubre de 2014

¿Una arqueología franquista de la Guerra Civil?

La arqueología de la Guerra Civil española y el Franquismo es menos reciente de lo que creemos. De hecho, ya durante la Guerra Civil y dentro del propio bando franquista se oyeron las primeras voces para dejar algunos escenarios de la contienda como paisajes de guerra monumentalizados que reflejaran la "barbarie marxista". Es el caso de algunos de los lugares en los que hemos intervenido en los últimos años. En la Ciudad Universitaria de Madrid, por ejemplo, tal y como documentaron nuestras compañeras historiadoras, nada más terminar la guerra la Comandancia General de Ingenieros le pedía al caudillo:

Tengo el honor de proponer a V. E. que se declare monumento nacional la Ciudad Universitaria, tal como se encuentra en la actualidad, y para que se conserve indefinidamente se empiecen con toda actividad los trabajos necesarios de consolidación de edificios y trincheras, haciendo los revestimientos necesarios y concediendo al Ejército el honor de su conservación y el de su custodia al glorioso Cuerpo de Mutilados de Guerra”, pues “de los grandes hechos históricos acontecidos en nuestra Nación apenas quedan vestigios”  
Pese a que la respuesta de Franco fue contundente: “No deben conservarse vestigios de esta guerra una vez hecha la debida depuración”, el caso es que durante un tiempo, hasta que la Ciudad Universitaria fue reinaugurada en 1943, hubo visitas guiadas por este espacio de ambigua memoria para el bando ganador. Se instaló una cartelería, un discurso museográfico diríamos hoy, en las propias trincheras. Estos carteles elocuentemente rezaban: "Ellos" y "Nosotros":
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Pensemos que este paisaje de guerra simbolizaba el primer encontronazo del imparable avance franquista, allá por noviembre de 1936, y quizás la causa de que la contienda durara tanto tiempo. Allí estuvo el frente de guerra más duradero -858 días-, recordando incesantemente que la toma de la capital no era posible. Finalmente el paisaje bélico fue borrado, tal y como deseaba el dictador. Pero la memoria histórica del bando vencedor no desapareció con esas trincheras, sino que se monumentalizó en la entrada del campus, precisamente por donde las tropas franquistas entraron en Madrid en abril de 1939. El arco de la victoria, el ministerio del aire de estilo neoherreriano, el panteón dedicado a los caídos del bando "nacional", el águila fascista... se concentran en el entorno de la plaza de Moncloa, reproduciendo y naturalizando a día de hoy la memoria histórica del franquismo, sin que por el momento, casi 40 años después de la muerte del dictador, hayamos realizado ninguna relectura democrática.
De igual modo, en multitud de calles y plazas de España se mantiene el nomenclátor de la dictadura, que, evidentemente, sólo recuerda a aquel "Nosotros" de los carteles de la Ciudad Universitaria de Madrid. Un nosotros con nombres y apellidos, como podemos leer en los listados de los "caídos por Dios y por España" que se sitúan a modo de epígrafes monumentales en los muros externos de muchas iglesias. El conjunto iconográfico se suele completar con una gran cruz cristiana, presidida por el nombre del fundador y el símbolo del partido fascista Falange.
En el caso de Belchite (Zaragoza), en donde acabamos de terminar nuestro último proyecto de arqueología de la Guerra Civil y el franquismo, volvemos a encontrar otro intento de "parque arqueológico" franquista. El pueblo sufrió dos asedios y consiguientes tomas. Una en agosto-septiembre de 1937, protagonizada por el bando republicano y con un importante rol de las Brigadas Internacionales, y otra por el bando sublevado en marzo del año siguiente. El propio Franco visitó las ruinas del pueblo viejo de Belchite en 1938, en donde dio un discurso prometiendo que junto a "estas ruinas de Belchite se construirá una nueva ciudad, hermosa y amplia en homenaje a su heroísmo único". Lo cierto es que los técnicos de la Dirección General de Regiones Devastadas sobredimensionaron la destrucción del pueblo ya que tan sólo un tercio de los inmuebles quedó en ruinas. Un número pequeño si se compara con la casi total destrucción de pueblos cercanos como Rodén. La reconstrucción del pueblo era perfectamente factible, sin embargo, ya se había decidido que estas ruinas iban a tener un importante simbolismo en la "Nueva España". En 1938 el ministro de interior del primer gobierno franquista, Ramón Serrano Suñer, diría: "Se respetarán las ruinas, pero al lado de ellas se levantará una gran ciudad". No es casual que la revista Reconstrucción, publicación de la mencionada Dirección General de Regiones Devastadas, abriera su primer número en 1940 con un fotomontaje de Franco con las ruinas de Belchite al fondo.


El párroco de Belchite, fiel seguidor del nuevo régimen, escribió en la prensa de la época:

Las ruinas de Belchite, escuela de patriotismo y virtudes cívicas. Si la destrucción de Belchite no hubiera sido tan honestamente trágica, diríamos que las ruinas de este pueblo se prestan a ser un lugar objetivo para el turismo. Los españoles, con el tiempo, llegarán a la antigua villa de Belchite como los verdaderos patriotas van a visitar las ruinas de Numancia. [...] Cuando la guerra haya terminado se impondrá una excursión obligatoria a las escuelas nacionales y sus maestros darán una conferencia sobre el simbolismo de estas ruinas sagradas y preciosas. ¿Qué lección puede ser mejor? No importa si la nueva ciudad no se erigió sobre las ruinas porque éstas, correctamente rodeadas por un muro, durarán para la posteridad, un monumento vivo de la raza.       
Las razones políticas para no reconstruir el pueblo viejo de Belchite eran claras. Franco quería mantener estas ruinas como testimonio del heroísmo de los ganadores y de la crueldad de la batalla que tuvo lugar. Pero más allá de eso, el contraste entre las ruinas del pueblo viejo y el Nuevo Belchite, construido con mano de obra esclava -unos 1500 presos políticos que "redimían sus pecados" mediante el trabajo y la fe católica-, tenía la intención de marcar de forma material y duradera un contraste dramático y sensacionalista entre el afán destructivo del Marxismo y la capacidad creativa de la España de Franco. En el primer número de la mencionada revista Reconstrucción puede leerse: 

Junto a las piedras heroicas de viejo Belchite el diseño cálido y acogedor de Nueva Belchite va a ser erigido. Escombros y reconstrucción, montones de ruinas repartidas por el marxismo como una huella de su fugacidad y el monumento de la paz construido por Franco. Símbolos de dos épocas y dos sistemas, ambos Belchites hablan, con el lenguaje silencioso de su escombros y sus piedras blancas, sobre la brutalidad y la cultura, la miseria y el Imperio, la materia y el espíritu, la "Anti-España" subyugada y la España victoriosa y eterna. [...] Regiones Devastadas se puso manos a la obra. Cientos de prisioneros, redimiendo sus pecados anteriores mediante el trabajo, ya la están levantando. Y cuando, muy pronto, bajo el sonido de sus campanas, Belchite se convierta en un pueblo tranquilo y sólido, amable y trabajador, pacífico y cristiano, ofrecerá a las personas el magnífico símbolo de sus dos pueblos, tan diferentes y opuestos como los sistemas que fueron la causa de la guerra en nuestro país: el Belchite devastado por el marxismo y el reconstruido por la España de Franco.
El simbolismo de estas ruinas fue tan grande que en plena guerra se consideró la posibilidad de hacer rutas turísticas que conectaran Belchite con las ruinas de otros pueblos y ciudades aragonesas destruidos por los combates, como Teruel, Sierra de Alcubierre y Huesca. Estas ruinas así entendidas supusieron para los miles de prisioneros que estaban construyendo el nuevo Belchite la violencia directa por parte del Estado, mediante la humillación, la explotación y la re-educación política / ideológica. Lo que estos prisioneros vivieron de forma amplificada, es lo que el resto de vecinos de Belchite, y en general toda la sociedad española, vivió bajo el franquismo.
Esta gestión franquista de la materialidad de la Guerra Civil no se circunscribió exclusivamente a las ruinas y a los paisajes de guerra, o a la erección de monumentos. Los muertos del bando sublevado, los "caídos por Dios y por España", no fueron sólo honrados y homenajeados en las fachadas de las iglesias y en monumentos como el panteón de Moncloa, sino que un año después de terminada la guerra, con la Orden del 6 de mayo de 1940, la inmensa mayoría de las personas ejecutadas en territorio republicano fueron localizadas, exhumadas, identificadas, re-enterradas y homenajeadas por las autoridades franquistas en sus lugares de origen, al tiempo que sus familiares recibieron todo tipo de ayudas.
Evidentemente en ese momento aquellas exhumaciones no siguieron ningún protocolo arqueológico o forense. Las musealizaciones de paisajes de guerra y ruinas o las exhumaciones fueron prácticas para-arqueológicas del franquismo que en ningún caso pudieron ser asimiladas en la tradición arqueológica de la Academia hispana. Se trataba de una Arqueología que por aquel entonces era fundamentalmente prehistórica. Restaba aún mucho tiempo para que se atendiera a los periodos históricos desde esta disciplina. Pero ¿qué ocurrió con la Arqueología, como disciplina académica, mientras se desarrollaban todas estas prácticas para-arqueológicas? Básicamente que la Arqueología se disciplinó, en el doble sentido de institucionalizarse aún más como disciplina, pero sobre todo en el de integrarse en los principios del nuevo orden jerárquico, racista y machista de la dictadura. La Arqueología sufrió una reorganización general. Las principales figuras se exiliaron o fueron sustituidas -como Pere Bosch Gimpera, Hugo Obermaier o J.M. Barandiarán- e institucionalmente la Arqueología estuvo marcada por un fuerte centralismo desde Madrid. Se prohibieron instituciones científica previas, como el Institut d´Estudis Catalans o el Seminario de Estudios Galegos. La Arqueología pasó a formar parte de un régimen jerárquico que se controlaba desde Madrid y que estaba en manos de muy pocos hombres fieles al régimen, como J. Martínez Santa-Olalla, Joaquín Mª de Navascués, Blas Taracena Aguirre o Martín Almagro Basch. La mejor metáfora visual del momento es la entrada de este último en marzo de 1939, vestido de falangista y pistola en mano, en el Museo de Arqueología de Cataluña (Barcelona), del cual acababa de ser nombrado director.
La influencia del nuevo orden político fue palpable, dentro del campo arqueológico, en la profunda reforma institucional llevada a cabo, con la creación en 1939 del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que centralizó y organizó jerárquicamente la investigación científica. Y en concreto para la Arqueología en la inauguración de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, que sustituyó a la Sección de Excavaciones de la Junta Superior del Tesoro Artístico (1933-39), y que pasó a estar dirigida por Julio Martínez Santa-Olalla, militar de alto rango y falangista progermánico. 
Ello nos lleva a otra característica del momento: la potenciación de las carreras de determinados profesionales afines al régimen, quienes, desde sus posiciones de poder, hicieron lo posible para moldear la disciplina al servicio del franquismo. Uno de los casos más relevantes fue  el panceltismo de los mencionados Almagro Basch y Martínez Santa-Olalla, como prueba de la primitiva unidad del pueblo español y base racial de la hispanidad, al modo de los arios para la Alemania nazi. Las ruinas de Numancia, que estuvieron habitadas por el pueblo "celta" por excelencia de la península, los Celtíberos, fueron un referente racial y heroico de la hispanidad, que, como hemos visto más arriba, se equipararon con las de Belchite, dentro de una perspectiva esencialista y antihistórica, pero que fue amparada y promocionada desde el monopolio disciplinar que cultivaron estos arqueólogos del régimen.
Si bien estos arqueólogos no participaron directamente de la gestión franquista de la materialidad de la Guerra Civil, ya que en aquel momento estos restos no tenían cabida en la disciplina arqueológica, sí que corroboraron con su trabajo y desde el omnipresente paradigma histórico-cultural los principios raciales y esencialistas de la "Nueva España". Formaron parte del engranaje institucional e ideológico que convirtió estos lugares en lieux dominants, es decir, en lugares al servicio del poder, absorbidos dentro de un aparato monumental ideado para mantener un discurso ideológico.
Las fuerzas reaccionarias nos llevan 75 años de adelanto en la gestión de toda esta materialidad de la Guerra Civil y en la erección de monumentos para consolidar el relato de los vencedores. Mientras exhumaban a sus muertos asesinaban impunemente a decenas de miles de personas que acabaron en fosas comunes. Los principios ideológicos anclados a aquellos monumentos y ruinas se basaron en la exclusión, humillación y memoricidio de aquella anti-España a la que se estaba asesinando, esclavizando y adoctrinando en el nacional-catolicismo. Discursos y prácticas franquistas que se siguen reproduciendo continuamente, a día de hoy, y además de forma naturalizada. La violencia simbólica fijada a estos lugares sigue teniendo la misma fuerza que antaño. El miedo con el que nos seguimos enfrentando a estos restos, el miedo a no revolver en el pasado para no herir sensibilidades, es buena prueba de ello. El franquismo hizo bien su trabajo.
Otra Arqueología, centrada también en los restos de este conflicto contemporáneo, lleva al menos desde el año 2000 trabajando para revertir esta situación. Pero vista la gestión de la materialidad de la guerra y dela dictadura que hizo el propio franquismo ¿no será que lo que llevamos haciendo estas dos últimas décadas no es tanto una Arqueología como una contra-Arqueología de la Guerra Civil y el franquismo?


lunes, 27 de octubre de 2014

Belchite en Teknópolis


Gracias al gabinete de prensa de la Universidad del País Vasco, nuestro trabajo arqueológico en Belchite suscitó el interés de los medios de comunicación de Euskadi. Buena prueba de ello es el equipo que la ETB desplazó allí para grabar un reportaje sobre nuestras investigaciones sobre Arqueología de la Guerra Civil Española, con vistas a emitirlo en el programa Teknópolis. Este programa de divulgación científica es de los de más solera en Europa y ha sido premiado en varias ocasiones. El reportaje fue emitido este fin de semana tanto en euskera como en castellano. Podéis verlo aquí.

domingo, 26 de octubre de 2014

El Abisinio

Camioneta FIAT conocida como El Abisinio.

La denominada Arqueología postprocesual hizo hincapié en la rocambolesca vida social de los objetos, en la reutilización fncional y simbólica de la cultura material del pasado en nuevos contextos históricos. Este fenómeno es fácilmente reconocible en proyectos de Arqueología del Conflicto. En el caso de la Guerra Civil Española los ejemplos son numerosos: munición mejicana y estadounidense empleada por los aliados en la Iª Guerra Mundial, que  de América llega al Ejército zarista, de aquí al Ejército soviético tras la revolución y acaba en la España republicana en 1936 por orden de Stalin.   El armamento de origen checoslovaco que gracias a gestiones del nacionalista vasco Irujo es introducido en Bizkaia y juega un papel primordial en el frenazo a principios de otoño de 1936 de la ofensiva franquista tras la toma de Gipuzkoa...

En contextos bélicos, las necesidades apremian. Estos meses atrás, los rebeldes prorrusos del Este de Ucrania han llegado a tunear tanques soviéticos de la IIª Guerra Mundial expuestos en museos de la Gran Guerra Patria. En la Guerra Civil Española se dieron casos parecidos. El gobierno autónomo de Euskadi empleó en labores de evacuación un caza tipo Curtiss conocido como el Negus, sin armamento y acomodado para viajes rápidos. Este avión fue utilizado por el emperador etíope Haile Selassie en la guerra contra los italianos. De África llegó a Euskadi, previo pago de 5.000 libras. El avión lucía en su carlinga los escudos de los países en los que había servido, entre ellos los de varios estados americanos, el León de Judá (símbolo de la realeza abisinia) y finalmente el escudo de Euskadi. Un avión abisinio por los cielos vascos. Acabó sus días en un desguace en Francia.

Sarria es una localidad del centro-sur de la provincia de Lugo. Allí reside el octogenario Manuel Olmo. De jovencito acompañaba a su tío Pepe (dueño de la fábrica local de gaseosas José Rodríguez Castro) en el reparto a bordo de una camioneta. En 1968, Manuel compró el vehículo para restaurarlo. La camioneta FIAT se construyó en Italia en 1936 y fue enviada a la guerra de Abisinia. De allí llegó a España formando parte de la ayuda que Mussolini prestó a Franco al inicio del golpe de Estado. Tras la guerra civil fue subastada y rematriculada en Madrid en 1940. El tío Pepe la compró y llegó a Sarria con la carrocería totalmente agujereada por impactos de bala. Como señala la periodista Ana Casanova, del diario lucense El Progreso: la casualidad quiso que, en una de las ferias de antigüedades, un vecino de As Nogais que se encontraba de visita la reconociese como el vehículo que él mismo había conducido durante la guerra.


The Heritage Machine (sensu Pablo Alonso)

El vehículo es conocido en Sarria como El Abisinio.  La ocupación italiana de Etiopía dejó una honda huella en el rural, debido al seguimiento que del conflicto se hizo en la prensa nacional. Incluso Abisinio es utilizado como insulto en algunas zonas de Galicia, como la propia Terra de Lemos. Antológica fue una viñeta del humorista gráfico Bagaría en la que mostraba a dos etíopes en pleno bombardeo italiano, mirando al cielo y exclamando: ¡Ah, ya llega el Progreso!


Con el permiso del ayuntamiento sarriano, Manuel, a los mandos de su FIAT, ha encabezado esta tarde un peculiar desfile por las calles del pueblo. Detrás del todoterreno de la Policía local, pudimos ver un carro de bueyes (hecho por el propio Manuel), aderezado con elementos etnográficos, así como varios coches de época. Un vehículo clásico, muy esperado, no llegó a la cita porque su propietario tuvo que lidiar con un pequeño nogal que crecía en los asientos traseros. Un señor que se recuperaba de la siesta vespertina en un banco, exclamó al paso de la comitiva: ¡En esto se ha quedado Sarria: una aldea, un carro de bueyes y muy poca gente!

Sarria antitaurina.

sábado, 25 de octubre de 2014

Heridas de bala


Balas disparadas recogidas durante la prospección de Mediana de Aragón: 1-3 y 5, balas de Máuser español de 7 mm. 1. camisa fragmentada en flor con chorreo del núcleo; 2. camisa abierta con chorreo del núcleo; 3. camisa intacta con chorreo del núcleo; 4. bala de Mannlicher-Carcano impactada con punta deformada sin pérdida del núcleo ni fragmentación; 5. disparada no impactada. 6, balas disparadas de Mosin, la primera de la izquierda con punta ligeramente fragmentada por impacto.

Frente a lo que uno podría pensar, la ciencia de la denominada balística terminal es muy poco precisa. La balística terminal estudia el efecto que un impacto de bala causa sobre el organismo humano. Este es un tema de gran importancia desde un punto de vista no solo militar, sino político y ético. Desde 1868 ha habido numerosas convenciones que han tratado de limitar el daño superfluo de los proyectiles militares. El problema es que, por un lado, los esfuerzos por limitar dicho daño han sido poco fructíferos. Por otro, es difícil determinar qué tipo de proyectil causa heridas menos horribles cumpliendo al mismo tiempo su función (matar o herir). 

Los cartuchos que se utilizan actualmente tienen su origen hacia 1886, cuando los franceses diseñan un proyectil impulsado por un propelente más poderoso que la pólvora negra. Esto permite que se reduzca su calibre sin disminuir sus propiedades letales, pues lo que se pierde en tamaño se gana en velocidad, trayectoria lineal y energía de impacto. A partir de entonces, la inmensa mayoría de las armas ligeras se fabricarán para calibres comprendidos entre los 5,45 mm y los 8 mm. Hasta los años 80 del siglo XIX, los rifles disparaban balas que rondaban los 11 mm. Por su gran calibre, producían unas tremendas heridas y mutilaciones.

¿Mejoró la situación con los pequeños calibres? En parte sí, pero no siempre. Intuitivamente pensamos que las balas modernas atraviesan limpiamente los cuerpos o se quedan alojados en ellos, sin más. Aunque es cierto que a veces es así, según un estudio anterior a la Primera Guerra Mundial, el 63% de los proyectiles del entonces nuevo calibre 0.303 no producían heridas lineales limpias. Esto es debido a dos fenómenos: la tendencia a la fragmentación de la punta y las volteretas. El efecto de la primera es fácil de comprender. Por lo que se refiere a la segunda, la asimetría en el peso de las nuevas balas provocó que estas, pese a mantener una trayectoria lineal, tendieran a dar vueltas en el aire, pues el centro de gravedad pasó a situarse en la base.



Giro, precesión y nutación: movimientos habituales en la trayectoria de una bala de fusil moderna.

Muchas balas acaban impactando por la parte trasera o, lo que es peor, una vez impactadas continúan dando vueltas dentro del cuerpo humano. Esto produce lo que se conoce como "cavitación". La cavitación es la formación de cavidades en un tejido u órgano. Puede ser temporal (al recibir un impacto los órganos se mueven y ahuecan y posteriormente vuelven a su posición original) o permanente (cuando se pierde masa orgánica o muscular, que es expulsada por la apertura de la herida). Una pequeña bala de menos de 8 mm de diámetro, por tanto, llega a hacer en nuestro interior un túnel de varios centímetros de diámetro (hasta 12,5 veces el grosor del proyectil) y dado que la elasticidad de nuestros órganos tiene un límite, puede provocar desgarramientos irrecuperables. Es comprensible que desde la Primera Guerra Mundial haya habido numerosas protestas de diversas naciones acusando a otras de utilizar balas explosivas. El efecto de un proyectil de punta hueca y el de un proyectil convencional de alta velocidad y pequeño calibre puede ser, en ocasiones, muy similar. 



Esquema del trauma producido por una bala en un organismo.

¿Cuál era la situación en la Guerra Civil? Después de haber documentado miles de balas en campos de batalla, hemos comprobado que existen patrones muy claros de impacto y, por lo tanto, debieron existir patrones de trauma distintos en los organismos impactados. Las diferencias más claras se observan entre las balas españolas y las demás. 

Las balas españolas de 7 mm con su punta redondeada respondían a un modelo relativamente antiguo dentro de los proyectiles de pequeño calibre, que pronto comenzaron a adoptar perfil apuntado. La ventaja es que son balas con un centro de gravitación más equilibrado y tienden a dar menos volteretas en el aire. El problema es que cuando impactan se fragmentan y el plomo del núcleo de la bala chorrea por la base ("lead snowstorm"), produciendo el efecto de una bala explosiva. Es muy semejante a lo que sucede con las modernas balas de 5,56 mm que utiliza el ejército de EE UU. La mayoría de balas de Máuser de 7 mm que hemos documentado en las prospecciones de Mediana solo conservan la camisa metálica, que está abierta en forma de flor o simplemente vacía, como si fueran proyectiles de punta hueca. 

En cambio, las balas rusas (7,62 mm) y alemanas (7,92 mm), que sí son apuntadas, aparecen casi siempre completas, a veces con la punta doblada por el impacto, pero raramente encontramos la camisa vacía o fragmentada y mucho menos los impactos en flor tan característicos de la de 7 mm. Esto, en principio, es positivo (para el que recibe el disparo), pero aquí el problema es el ya mencionado de la cavitación: ambos proyectiles tienden a voltearse en el aire, lo que produce heridas de tamaño desproporcionado al calibre.  De hecho, en algunas balas que documentamos, especialmente las alemanas (que tienen el peso particularmente desequilibrado), se aprecia la base deformada por impacto.

En conclusión, no existe una bala buena. Es posible que uno reciba una herida limpia, de un proyectil que no se fragmente, expanda ni de volteretas. Pero también es muy posible que le produzca la destrucción de órganos vitales o daño extenso a los tejidos, sin que ello le lleve a la muerte inmediata (como pasaba con los gruesos calibres decimonónicos). Los pequeños calibres es más fácil que conduzcan a una muerte lenta y dolorosa o traumas que requieren un largo período de recuperación. Y si uno sobrevive al disparo todavía puede morir o perder un miembro por infección bacteriana. 

viernes, 24 de octubre de 2014

Oscura modernidad


Entre el 30 de octubre y el 2 de noviembre algunos de los miembros de este proyecto estaremos en Pilsen (República Checa) para participar en el congreso anual de Contemporary and Historical Archaeology in Theory (CHAT), que este año lleva por título "Dark Modernities".

Durante los tres días que durará el evento se hablará del registro arqueológico de la guerra, las dictaduras y otros fenómenos siniestros de la modernidad. Los casos de estudio van desde Irán a Argentina, pasando por España, sobre la que tratarán, naturalmente, nuestras comunicaciones (arqueología de la represión franquista).

Independientemente del tema (genocidio de judíos o armenios, represión política en España o Latinoamérica) es significativa la repetición de los mismos elementos materiales: fosas comunes, campos de concentración, campos de trabajos forzados. El congreso supone una buena ocasión para analizar comparativamente las estrategias físicas de castigo desarrolladas por distintos regímenes políticos.

La República Checa, que ha sufrido dos guerras mundiales y dos totalitarismos, es probablemente el mejor lugar para reunirse a hablar de estos temas. Para más información: CHAT .

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Imagen: iglesia de un pueblo alemán en Bohemia del que fueron expulsados sus habitantes al final de la Segunda Guerra Mundial.

martes, 21 de octubre de 2014

Yo, Claudio

Bodega donde cavó su tumba el miliciano Claudio Macías (fot: I de la Mata).
Hace años, en un congreso europeo, escuché a un arqueólogo islandés hablar de la Arqueología de la Soledad. Este investigador se dedicaba a excavar cabañas en sitios recónditos de su isla, habitados temporalmente a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX por hombres (nunca por mujeres) convertidos en colonos. Individuos aislados, sin nadie presente en cientos de kilómetros a la redonda. Me recordaban estos colonos escandinavos a los pastores vascos de Wyoming, que pasaban temporadas enteras solos, con sus caravanas, únicamente acompañados del ganado que guardaban.

Esta Arqueología de la Soledad tiene un potencial enorme para analizar casos de supervivencia en contextos bélicos y represivos. Todos conocemos aquellos casos de soldados japoneses que jamás se rindieron, perdidos en la jungla de una isla del Pacífico, sin enterarse durante décadas de la derrota del Imperio del Sol Naciente. En España la represión franquista creó un nuevo tipo de individuo que luchaba por su supervivencia: el topo. El recientemente fallecido periodista de guerra Manu Legineche, maestro de maestros, investigó el fenómeno en la década de 1970 y publicó un libro junto con Jesús Torbado, titulado Los topos (1977) en el que recogía 24 entrevistas a republicanos emparedados, sepultados, ocultos... También en El Río del Olvido, Julio Llamazares relata la conversación con un señor que estuvo oculto como una rata debido a la denuncia de un vecino. La humedad que sufrieron sus huesos en su cautiverio se cebaba entonces con su salud. En los mismos parajes que Llamazares recuerda en Luna de lobos tuvimos ocasión de conocer las cuevas-refugio empleadas por el guerrillero Gorete. Años viviendo solo en las estribaciones de los Picos de Europa.

La brutal represión desatada en la retaguardia de la España Nacional desde el minuto uno fue motivo suficiente para que personas con o sin pasado político optaran por el ocultamiento. El fenómeno está bien estudiado en el NW peninsular. Tras la caída del Frente Norte las órdenes son claras: los republicanos derrotados deben acabar en los campos de concentración, y aquellos que intenten escapar deben ser eliminados. Así lo demuestra, por ejemplo, la solicitud en junio de 1937 del comandante de las fuerzas franquistas en el sector de Ourense, en la que demandaba el regreso de 180 guardias civiles del frente de Madrid para eliminar a los grupos de fuxidos: …Asignados a esa zona a varios núcleos con mando único dedicado a un exterminio, empezando por cortar complicidades (en los) pueblos (cit. en Heine 1982: 22-3). Tropas franquistas dedicadas a un exterminio. Sí. Eso es lo que dice. Y lo aplicaron a rajatabla. Milicianos combatientes de Asturias que intentaron volver a sus pueblos o huir a Portugal fueron exterminados sin contemplación (O Acevo), denunciados por vecinos, juzgados y fusilados.

Voluntarios de la ARMH exhumando los restos de Claudio Macías (fot: I. de la Mata).

Este panorama lo conocía muy bien Claudio Macías, miliciano que ya había estado en la cárcel tras laa revolución de 1934. Tras la caída de Asturias (octubre de 1937) volvió a Villalibre de la Jurisdicción y se ocultó en un arcón de la bodega de su casa. Un día llegaron los falangistas y al no encontrarlo se llevaron a su hermano de 16 años, a quien ejecutaron al instante, como represalia. Su madre fue rapada y humillada. Enfermo de neumonía, con 31 años, Claudio cavó su propia tumba en la bodega y allí quiso quedarse para no perjudicar más a su familia. Su hermana lo enterró en la tumba que se había construido. Estos días la ARMH ha procedido a la exhumación de esta víctima del franquismo. Según informa El Diario de León, el arqueólogo forense de la ARMH, René Pacheco, director de la intervención, reveló un detalle estremecedor: Él mismo se excavó el agujero para meterse dentro. Las marcas del pico que usó están en la pared.

Estamos acostumbrados a las excavaciones en área, a las fosas comunes, a las comunidades de muertos, a los crímenes a escala industrial. Pero este caso de Claudio Macías nos estremece mucho más, nos recuerda a esa pesadilla tan recurrida del cine negro: una persona es enterrada viva y mientras muere poco a poco se deja las uñas y los dedos arañando la tapa del ataúd que sella su destino. Este ejemplo de Arqueología de la Soledad es quizás la más tétrica y efectiva metáfora de lo que significó la dictadura franquista para muchos de nuestros conciudadanos, convertidos en alimañas al margen de la sociedad.

lunes, 20 de octubre de 2014

Gasteiz at war


Se ha abierto el segundo plazo de inscripción para matricularte en el I Congreso Internacional de Arqueología de la Guerra Civil Española (Vitoria-Gasteiz, 9-13 de diciembre de 2014). Al módico precio de 40 euros podrás debatir con 23 ponentes y comunicantes, ver documentales, disfrutar de exposiciones, participar en una visita guiada por la Vitoria-Gasteiz de 1936, viajar a escenarios de la batalla por Bizkaia en 1937, presentar un póster... y muchas cosas más. Hasta el 30 de noviembre puedes inscribirte en www.gasteizatwar.jimdo.com 


Te aconsejamos que te inscribas cuanto antes. El aluvión de matrículas es considerable. Por el momento, para que te hagas una idea de por donde van los tiros, hemos recibido las siguientes propuestas de póster:

Jesús Martín Alonso y Mª Lourdes Martínez: Represión franquista en Estepona.

Haizea Bravo Bajo y Javier Buces Cabello: Guerra Civil 1936-1937: en busca de los restos y la memoria de la resistencia (Aduna, Asteasu, Zizurkil).

Mª Benito Sánchez y Mª Fortuna Morillo: Tipos de enterramiento en soldados exhumados en el frente de Levante.

Laia Gallego Vila, Queralt Solè Barjau y Judith Romero Martínez: Fosas de la guerra civil en Catalunya.

Santiago Jaén Milla: Un patrimonio de interés para la Didáctica de las Ciencias Sociales: vestigios de la Guerra Civil en Jaén.



jueves, 16 de octubre de 2014

La Lengua del Segundo Imperio


Los miembros de este proyecto recibimos regularmente comentarios que ponen en tela de juicio nuestra integridad científica debido, supuestamente, a nuestra falta de neutralidad. En otra entrada hemos tratado de explicar la diferencia entre neutralidad (imposible) y objetividad (necesaria). En relación con este tipo de comentarios se encuentra el malestar que produce en determinados sectores que nos refiramos al ejército sublevado como "franquista" en vez de "nacional".

Habría que recordar que según el diccionario de la Real Academia Española "franquista" significa "perteneciente o relativo al franquismo". Dado que el ejército sublevado fue, desde el 21 de septiembre de 1936, básicamente el ejército de Franco, caudillo y generalísimo, no parece descabellado referirse a sus tropas como "franquistas". Con ello no queremos decir que la ideología de los integrantes de dicho ejército fuera necesariamente afín a la de Franco, del mismo modo que no todos los soldados republicanos eran, desde luego, republicanos. 

El ejército franquista y toda la España bajo su control eran oficialmente franquistas además desde un punto de vista político. Según los estatutos de la Falange unificada, promulgados en agosto de 1937, "El Jefe Nacional de Falange Española y de las JONS, Supremo Caudillo del Movimiento, personifica todos los Valores y todos los honores del mismo. Como autor de la Era histórica donde España adquiere las posibilidades de realizar su destino, y con él los anhelos del Movimiento, el Jefe asume en su entera plenitud la más absoluta autoridad. El Jefe responde ante Dios y ante la Historia".

Creemos, por lo tanto, que está justificado referirse a las tropas sublevadas como "ejército franquista" desde septiembre de 1936 y sin lugar a dudas desde agosto de 1937. Llamar a un ejército sublevado "nacional", en cambio, es claramente erróneo. Estrictamente hablando, si había algún ejército nacional durante la Guerra Civil, ese era el que permaneció fiel al gobierno legal de la nación.

El problema del lenguaje que empleamos para referirnos a los contendientes no tiene que ver solo con la corrección historiográfica. Tiene que ver también con la forma en que pensamos: lenguaje y pensamiento son indisociables. 

El filólogo Victor Klemperer lo expresó de forma magistral en su libro La Lengua del Tercer Imperio. Klemperer fue un profesor de lengua judío que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial en Alemania gracias a estar casado con una esposa aria. Durante la guerra se dedicó a analizar la lengua que utilizaba el poder totalitario para comunicarse y al mismo tiempo para modificar la mentalidad de la gente. Una de las conclusiones más desesperanzadoras del libro es que el lenguaje fascista no se limitó a los partidarios acérrimos del régimen nazi ni murió con este. Una vez que se normalizó, se extiendió a todos los sectores sociales (incluso aquellos reacios al nazismo) y continuó influyendo en la forma en que la gente percibe el mundo durante años. 

Algo semejante ha ocurrido con la Lengua del Segundo Imperio, el idioma del franquismo. La Lengua del Segundo Imperio (LSI) no es en realidad la que se ha popularizado y caricaturizado hasta la saciedad. Pasado el fervor fascista de los primeros años del régimen con sus cruzadas, razaespañola, reservaespiritualdeoccidente, porelimperiohaciadiós, unidadedestinoenlouniversal y expresiones similares, el lenguaje de la dictadura se convirtió cada vez en una defensa de valores ultramontanos presentados como puramente apolíticos.

La LSI no murió en 1975. La LSI piensa por nosotros y habla por nuestra boca cada día. Cada vez que decimos "nacionales" en vez de "franquistas", cuando hablamos de la guerra como "una locura", cuando decimos que "todos luchaban por sus ideas y todos estaban equivocados", o que "todos eran (son) iguales", o que "luchaban engañados", o "manipulados por unos pocos", o "si hubieran ganado los otros habría sido igual o peor", o cuando se acusa a alguien de estar "politizado" cuando expresa sus opiniones políticas o simplemente defiende que cualquier golpe de Estado contra un régimen parlamentario es execrable.

No es casual que Franco afirmara "haga como yo, no se meta en política". La política fue el principal enemigo de Franco y lo que puso más empeño en destruir: primero con el golpe contra la República, después con su astuta neutralización de la diversidad política dentro de su bando.

Casi 80 años después del inicio de la guerra, seguimos haciendo caso a su consejo. Continuamos hablando su lengua cuartelera y creyendo, cuando lo hacemos, que nos situamos en un plano moral incontestable.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Tres mil años de guerras civiles


Nivel de quemado de fines de la Edad del Bronce en Los Castillejos.


Algo tan poco espectacular como un suelo de tierra puede contar muchas cosas. En el sondeo en la posición republicana de Los Castillejos hemos aprendido muchas cosas sobre lo que pasó aquí... hace 3.000 años. 

Frente a lo que pensábamos originalmente, el grueso muro que comenzamos a excavar hace dos semanas no es del Bronce Final (hacia el 900 a.C.), sino más reciente, de la Segunda Edad del Hierro. 

Cimentación de la muralla de la Segunda Edad del Hierro (A) y restos arrasados del poblado de  fines de la Edad del Bronce (B).

El muro se construyó sobre las ruinas de un poblado más antiguo, este sí del Bronce. El poblado, o al menos parte, quedó arrasado por un incendio, en el que ardieron las cabañas de ramas y barro y se destruyeron cerámicas y otros objetos domésticos. No sabemos qué es lo que motivó esta destrucción. Pudo ser un simple incendio de una cabaña. Pero también es posible que sea el resultado de un conflicto entre clanes o poblados. Después de todo, la situación en esta época de tránsito entre la Edad del Bronce y la del Hierro es de gran inestabilidad a lo largo de Europa occidental. De ahí que la gente se asiente en montes de difícil acceso, como Los Castillejos.

Tampoco los momentos finales de la Edad del Hierro (hace unos 2.300 años) son pacíficos. En esa época proliferan los poblados fortificados para defenderse de vecinos agresivos. Es entonces, probablemente, cuando se construyen las fortificaciones que nos hemos encontrado.

La Guerra Civil Española se puede ver como una lucha de clases, nacionalidades o ideologías. Pero también como un episodio más de conflictos entre vecinos en la Península Ibérica. Cuando un antropólogo le preguntó a su informante melanesio por qué su grupo nunca luchaba con cierta tribu lejana y extraña y en cambio estaba a la gresca continuamente con una comunidad vecina con la que compartía lengua y cultura, su respuesta fue: "¿cómo nos vamos a pegar con aquellos si apenas nos entendemos?". 

domingo, 12 de octubre de 2014

Ciudades de guerra


Plano parcial del campamento republicano de Canredondo. 
Los puntos indican estructuras excavadas.

Hasta la revolución militar del siglo XVII apenas existían espacios propiamente militares, más allá de algunos fuertes. En caso de guerra, los soldados vivían sobre el terreno, alojados en viviendas ordinarias de los pueblos y ciudades por los que marchaban. Para los civiles no había opción: estaban obligados a mantener a las tropas del rey. Esto daba lugar a todo tipo de abusos, como es fácil de imaginar. La invención del cuartel a fines del siglo XVII supuso, por lo tanto, un progreso notable.

Durante cualquier guerra moderna, se moviliza a cientos de miles o incluso millones de hombres y mujeres. Esa movilización implica desplazarlos de sus residencias habituales y crear nuevos asentamientos; cuarteles, bases, campamentos, fortificaciones de primera línea. Durante la Guerra Civil, muchas de estas instalaciones militares se encontraban en medio de poblaciones civiles. Edificios de intendencia, cocinas y hospitales habitualmente se localizaban dentro de los pueblos, a veces con resultados funestos para la población civil. En Canredondo (Guadalajara) se ubicaban los servicios de retaguardia de la 138 Brigada Mixta del Ejército Popular de la República. La aviación franquista lo sabía y el pueblo sufrió por ello varios bombardeos. 

En enero de 1938, el mando republicano decidió construir un campamento apartado de la población, en un vallejo angosto a algunos kilómetros de Canredondo. Sus ruinas son visibles todavía hoy. Se trata de chozas rectangulares de piedra (o "chabolas" como se las llamaba entonces), en su día cubiertas con techumbre de ramas y teja. Sobre el suelo de tierra se aprecian restos de hogueras -la única fuente de calor y de iluminación (solo había un vano: la puerta). 


Choza republicana en Canredondo.

La guerra moderna en España supuso no solo la modernización del paisaje de la forma más brutal y repentina (minas anticarro, alambradas, fortines de hormigón armado). También todo lo contrario: el regreso a formas de habitación prehistóricas. Por su aspecto, el poblado de Canredondo podría tener tres mil años. Sus chabolas no se diferencian mucho de las casas de la Edad del Hierro que nos encontramos en la posición republicana de Los Castillejos de Abánades. 

Pero vivir en la Prehistoria les salvó la vida a los soldados de la 138 Brigada Mixta. El campamento nunca fue localizado por la aviación sublevada y gracias a ello se salvó de los bombardeos.

viernes, 10 de octubre de 2014

Manicomio para rojos

Hay en la actualidad clínicas que prometen curar la homosexualidad. Hace 75 años existían centros que prometían la cura del izquierdismo. Al contrario que las terapias anti-gay, las que eliminaban las bacterias rojas del organismo resultaron mucho más efectivas, al menos durante unas décadas. El tratamiento que se ofrecía a los pacientes no era para menos: palizas, torturas, hambre, vejaciones. Cientos de miles de españoles salieron curados de las clínicas de Franco, también conocidas como campos de concentración. Desgraciadamente para el régimen, el virus brotó de nuevo y acabó dando lugar a la sociedad posdictatorial en la que vivimos actualmente, sin Caudillo ni valores que nos guíen.

La teoría de que el izquierdismo es una enfermedad que se puede curar en sanatorios no es ningún invento para calumniar al régimen de Franco (como si hiciera falta inventarse cosas para denigrar la dictadura). La existencia de dicha teoría es rigurosamente cierta. Y uno de sus mayores adalides fue Antonio Vallejo-Nájera, descubridor del "gen rojo". Al igual que otros grandes pensadores como Pío Moa o César Vidal, Vallejo-Nájera consideraba que los "rojos" eran inferiores mentalmente, con comportamientos semejantes a niños y animales. Sus investigaciones se basaron en el estudio de especímenes de rojos en cautividad, concretamente mujeres malagueñas y brigadistgas internacionales. Las ideas de este psiquiatra encajaban bien en el espíritu eugenésico que dominaba a ciertos sectores médicos de la época, sobre todo en la Alemania Nazi, pero también en Estados Unidos. Su objetivo último era regenerar la raza española, al igual que los nazis querían hacer con los arios.



Con la deriva nacional-católica del franquismo y el apartamiento de los postulados más afines al fascismo, las teorías de Vallejo-Nájera fueron quedando arrinconadas. La eugenesia fue sustituida por el catecismo como herramienta para solucionar la enfermedad del izquierdismo.

El motivo de esta entrada es un descubrimiento arqueológico. La arqueología, como ya hemos comentado más de una vez, no se lleva a cabo solo en el campo. También se pueden excavar los desvanes. Y en uno de los desvanes de la zona de Guadalajara en la que estamos trabajando aparecieron hace poco unos interesantes documentos del final de la guerra: dos pasquines de propaganda de los que lanzaban los franquistas sobre las líneas republicanas. 

El título del pasquín es "Como trata la España Nacional a los prisioneros". El reverso del documento responde a lo esperable: una enumeración de las bondades del sistema concentracionario franquista, resumidas en el menú de la semana, rico en nutrientes y calorías. 



Nada más lejos de la verdad, por supuesto. Nuestras excavaciones en el campo de concentración de Castuera demuestran la falsedad de la propaganda. La comida se reducía a sardinas y atún en lata en cantidades ínfimas que sabemos que causaron (aquí y en otros campos) una enorme mortandad entre los prisioneros. 



A nuestros ojos sorprende quizá que los franquistas se refirieran a sus centros de internamiento como "campos de concentración". Más de una vez nos han acusado de usar este término de forma sesgada para cargar las tintas sobre las penalidades de los presos republicanos. Pero la realidad es que el término estaba perfectamente aceptado por el régimen de Franco. Tan orgullosos estaban de sus campos de concentración que cuando bombardeaban con propaganda a sus enemigos les anunciaban lo bien que lo iban a pasar en ellos. Al fin y al cabo, el campo de concentración es un invento muy español: los diseñó el general Weyler durante la Guerra de Cuba ¿por qué avergonzarse?

Pero si sorprende que se trate de ganar la rendición del enemigo hablando de campos de concentración, más sorprende el anverso del documento, en el que se les promete... sanatorios: "Un manicomio para los que, enloquecidos como consecuencia del terror rojo, van recobrando su salud mental". La verdad es que le dan a uno ganas de desertar. Yo añadiría otro slogan: "Cambia ese uniforme de rojo andrajoso por una flamante camisa de fuerza". Azul, por supuesto.




miércoles, 8 de octubre de 2014

La última lección del maestro


Muchos de los y las que rondamos los cuarenta años de edad no hemos recibido información sobre la guerra civil española en nuestra formación escolar, y cuando ha sido así, la visión ofrecida dejaba mucho que desear. El alumnado aragonés tenía como visita obligada el Belchite viejo, en el que se ofrecía un discurso franquista que hacía hincapié en la destrucción causada por las hordas marxistas. En mi colegio pontevedrés el viaje de estudios de 8º de EGB a Madrid incluía la visita al Valle de Los Caídos. Todo esto en plena democracia (década de 1980). En el mejor de los casos, los libros de texto recogían el enfoque clásico de la guerra civil como una locura colectiva, una lucha de hermanos contra hermanos.

Afortunadamente las cosas están cambiando. Hoy hemos recibido la visita de chicos y chicas de 2º de la ESO del colegio Santa Cruz de la ciudad de Guadalajara. Para nuestra sorpresa, el alumnado que nos ayudó a excavar en Los Castillejos de Abánades mostraba tener un conocimiento previo de lo que fue el conflicto. Al preguntar a los chavales qué sabían de la guerra civil uno de ellos ofreció una frase lapidaria: La guerra fue la lucha de Franco contra el pueblo. Toda una joya retórica que hará las delicias de aquellos que pensáis que los que escribimos en este blog somos partidistas, subjetivistas y maniqueos. Otro alumno, con más ganas de remover, comentaba a los colegas que Franco era un pringao comparado con Hitler, que se había cepillado a veinte millones de personas (sic).

Creemos firmemente en la necesidad de una didáctica de la guerra civil española, sobre todo en estos tiempos revisionistas. Contamos para ello con la fenomenal experiencia del grupo DIDPATRI de la Universitat de Barcelona, un equipo puntero que lleva años intentando superar la falta de información y las visiones trasnochadas que hemos sufrido las generaciones precedentes. En esta línea, nuestras excavaciones siempre están abiertas al público y al alumnado de las zonas en las que trabajamos. El conocimiento que generamos contribuye humildemente a que los chavales conozcan los paisajes de su entorno y a que se eduquen en una cultura para la paz.


Durante la IIª República se desarrolló notablemente la educación pública como una herramienta útil en el camino de la modernización y democratización del país. Un buen ejemplo del fenómeno es La lengua de las mariposas, el hermoso relato de Manuel Rivas que fue llevado al cine por José Luis Cuerda. El maestro hacía visitas de campo con el alumnado para conocer la naturaleza y la historia de la comarca de turno. En Galicia y el Bierzo conocemos casos de maestros que llegaron a llevar a cabo catálogos y excavaciones arqueológicas en yacimientos con alumnos de Primaria y de Bachillerato en la década de 1930. La derecha reaccionaria y la Iglesia española nunca vieron con buenos ojos esta política educativa, laica y abierta a las innovaciones pedagógicas que se estaban desarrollando en Europa. Así fue que al llegar el golpe de Estado uno de los gremios más castigados, con asesinatos y depuraciones, fue el de los profesionales del Magisterio. Aquí está claro quienes eran los buenos y quienes eran los malos, y contamos con tesis doctorales que aportan datos al respecto para el conjunto de diferentes zonas del Estado español. Una de los más famosos dibujos de Castelao, el líder de Partido Galeguista republicano, es aquel que muestra a dos niños campesinos mirando fijamente el cadáver de su maestro, paseado por los fascistas: La última lección del maestro, reza el pie de dibujo que eligió Castelao.


Nosotros no creemos en las trincheras que se abren cada día, ya sean reales o virtuales. Las trincheras de verdad, las de la guerra, son espacios traumáticos que nos aportan información (los objetos, los cadáveres está ahí, pese a quien le pese). Excavar una trinchera es revivir una microhistoria que nos pertenece a todos. Desde la Arqueología pretendemos elaborar un relato comprometido que sólo obedece a dos principios éticos claros: la honestidad intelectual y la reivindicación constante de los derechos humanos. En esta trinchera nos encontraréis, abiertos al debate público y la controversia, como no podía ser de otra manera.

martes, 7 de octubre de 2014

Una trinchera, una tumba


Las trincheras, pensadas para defender a los soldados, se han convertido muchas veces en su tumba. En ocasiones han quedado sepultados en ellas por el fuego artillero. Otras veces tras capturar una trinchera enemiga, los ocupantes simplemente echaron tierra sobre los cadáveres de los defensores. En la zona de Guadalajara donde excavamos los vecinos se desembarazaron de los muertos que llenaban sus campos en la posguerra arrojándolos a las zanjas y cubriéndolos con piedras.

El alto de La Molatilla, en Sotodosos, se convirtió en el escenario de una de las mayores carnicerías de la Guerra Civil en la provincia de Guadalajara. En la primavera de1938, durante la ofensiva republicana en el sector Abánades-Sotodosos, las tropas leales se enzarzaron en una dura lucha por esta posición que culminó con la captura del cerro el día 3 de abril, cuatro días después de que se iniciara el ataque. El día 16, la contraofensiva franquista consigue recuperar La Molatilla. En ambos episodios, tanto sublevados como republicanos sufrieron un enorme número de bajas. 

Las huellas del combate son perfectamente visibles en la actualidad: no existe un metro cuadrado de terreno que no esté perforado por cráteres de mortero, artillería pesada o bombas de aviación y sembrado de metralla. Al acabar la guerra, los vecinos debieron encontrarse el monte reducido a cenizas y lleno de cadáveres. 

En una de las trincheras encontramos restos humanos. Fueron sacados a la luz parcialmente hace años en una excavación furtiva. Esto dificulta reconstruir los hechos históricos, pero por lo que hemos podido inferir hasta ahora sabemos que los huesos pertenecen no a un soldado si no a dos. Los restos se encuentran desarticulados y mezclados con bloques de piedra, idénticos a los que colmatan el resto de la trinchera, por lo que es posible que fueran a parar allí en la posguerra. 



En la propia trinchera y en los alrededores encontramos trozos de metralla y espoletas de artillería y junto a los parapetos se aprecian cráteres de todos los tamaños dejados por las explosiones. 



Quizá nunca podamos llegar a saber qué es lo que mató a estos infortunados combatientes, si fue un trozo de metralla, una bala o la onda expansiva de una granada artillera. Pero viendo el campo de cráteres en que reposan sus huesos podemos imaginarnos el terror y la angustia de sus últimos momentos con vida. Recuperar sus huesos cuidadosamente nos permitirá saber más de ellos y sobre todo proporcionarles el enterramiento digno que se les ha negado durante 76 años.

sábado, 4 de octubre de 2014

Connecting People

La paridera de la Enebrá, escenario de la Batalla Olvidada.

Hoy hemos vuelto a la Enebrá, un espacio vinculado directamente a los combates de la Batalla Olvidada. Los fieles seguidores de este blog seguro que os acordáis de la paridera en la que soldados franquistas fueron masacrados en el inicio de la ofensiva republicana. Esta mañana hemos llevado a cabo una prospección extensiva de los alrededores de este sitio acompañados de aficcionados y detectoristas vinculados muchos de ellos a la asociación Frente de Madrid. Es de sobra conocida la tensa relación entre los detectores de metales y los arqueólogos. Las prácticas futivas en yacimientos arqueológicos (a menudo reflejadas en los medios de comunicación) se vinculan directamente con un uso ilícito de estas herramientas. De ahí la prevención de muchos colegas de la profesión ante aquellos aficcionados al mundo de la guerra civil española. En todo caso, el vacío legal existente hace que las materialidades del conflicto no gocen de una consideración patrimonial. Por lo tanto, de entrada, nadie está cometiendo ningún delito. Ante esta cuestión, nuestro equipo de trabajo cree firmemente en una Arqueología Pública que dé cabida a todos los agentes implicados en el proceso de patrimonialización de la guerra civil española. Conocernos ayudará a superar prejuicios y suspicacias; compartir experiencias puede contribuir a una concienciación patrimonial; trabajar juntos nos permite aprender, a todos. Contamos con buenos precedentes, como el proyecto de prospección en los frentes de Bizkaia en el que participan detectoristas y arqueólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, bajo los auspicios del Gobierno vasco.

Detectoristas y arqueólogos en la Enebrá.

Nuestro objetivo hoy fue georreferenciar con GPS los puntos señalados por los colegas detectoristas con vistas a elaborar un plano de detalle de los combates en el entorno de la paridera. Hemos registrado desde los contornos de los cráteres producidos por impactos de artillería, hasta los numerosos restos de metralla esparcidos por toda la zona.
Recogida y georreferenciación del material documentado con detector de metales.

El terreno aparece plagado de impactos de bombas de aviación, morteros y granadas de artillería. Los cartuchos, casquillos percutidos y proyectiles nos indican bien a las claras las armas con que contaban los soldados republicanos. Hemos documentado casquillos de Lebel (WESTERN 1918), Mosin-Nagant e incluso munición mejicana. Excedentes de otras guerras que llegaron al territorio leal gracias a la ayuda soviética.
Conjunto de casquillos de Lebel.

Regulador de tiempos de un metrallero.

Bala deformada de procedencia mejicana.

También hemos recuperado objetos y parte del equipamiento que acompañaba a los soldados: suelas de zapato, un reloj e incluso una insignia del cuerpo de ingenieros. La asociación de objetos nos permitirá documentar lugares de enterramiento de combatientes que lucharon en esta batalla.

Insignia del cuerpo de ingenieros.

Las relaciones de pareja siempre son complicadas, pero lo que las hace posible es la necesaria comprensión mutua. Los arqueólogos hemos aprendido mucho del saber atesorado por los detectoristas, sobre todo su conocimiento detallado de tipologías de armas y munición. Por su parte, nosotros hemos intentado inculcar la importancia de los contextos arqueológicos. Todos hemos puesto nuestro granito de arena. Es un primer paso.